Ya llevo un mes y medio aquí. Y el balance no puede ser mejor. Bueno, sí se podría mejorar, pero estoy más que satisfecha. La ciudad me ha acogido con los brazos abiertos, he conocido gente muy agradable, que me han hecho más fácil empezar aquí esta nueva etapa y poco a poco voy descubriendo esos rinconcitos que hacen que mi amor por esta ciudad vaya a más cada día.
En el apartado de cosas que podrían mejorar es el trabajo. No me siento realizada; es más, es como si fuera una máquina que maneja un ordenador automáticamente: selecciona, corta, pega; selecciona, corta, pega.
A parte de esto, busco noticias sobre diseño que no me interesan lo más mínimo porque hablan de exposiciones temporales que nunca visitaré, de concursos en los que nunca participaré y de premios que obviamente, tampoco recibiré, porque por ahora, yo al diseño no me voy a dedicar. Mi objetivo esta semana va a ser meterle caña al japonés (mi jefe) para que finalmente me deje hacer entrevistas (es él quien las elige y me tiene que dar ciertos contactos, siempre me habla de ellos pero nunca me los pasa!). Mientras tanto, voy a empezar a actualizar mi currículum. Me encantaría trabajar en el departamento de comunicación del Tour de Francia o cualquier otra carrera ciclista… Pero bueno, todo esto es hablar por hablar…
Esta semana ha estado aquí Ánchela. Qué bien nos lo hemos pasado. Lo mejor es que sin querer hemos descubierto uno sitios súper bonitos. Chicos y chicas, estoy aprendiendo lo mejorcito de París para llevaros cuando vengáis. Desde el barrio más bohemio, al burgués, pasando por lo moderno… jaja. Y todo envuelto en unos edificios con unos tejados preciosos. Esto sí que es magia, Sonia.